Plan de Kofi Annan, ante una encrucijada inevitable

Por Martin Hacthoun*

Kofi Annan

Kofi Annan enviado especial de la ONU

Damasco (PL) Toda negociación tiene que tener al menos dos interlocutores, y dispuestos, aunque lo oculten, a hacer concesiones; pero en el caso del plan de Kofi Annan para Siria las partes convocadas a un arreglo político están excesivamente distantes, y, al menos una, ya lo rechaza.

Y cualquier esfuerzo negociador se hace más engorroso cuando una de las partes desea aniquilar a la otra, y esta no quiere dejarse destruir.

Ante ese dilema se encuentra el enviado especial de la ONU propuesto por la jerarquía de la Liga Árabe, ahora enconada enemiga de Damasco, con su plan con el cual intenta complacer a muchas partes con intereses en el conflicto que aflige hoy al pueblo sirio.

Así está el escenario en torno a Siria en el que una oportunista oposición articulada apresuradamente en el exterior, básicamente en Turquía, por Occidente con dinero de Arabia Saudita y Catar, quiere acabar con el gobierno del presidente Bashar al-Assad, y este reclama lo que considera legítimos derechos de defender la soberanía y la unidad nacional del país.

El miércoles 14 de marzo el Consejo de Seguridad de la ONU mediante una declaración de su presidente este mes, el británico Mark Lyall Grant, avaló la propuesta de Annan, que si bien no es de obligatorio cumplimiento, es lo que más pueden lograr las potencias de la OTAN en ese órgano, aunque a su vez representa una palanca de presión diplomática y política sobre Damasco.

Esa declaración enumera el plan del enviado especial de la siguiente manera:

– Aceptación tanto por el régimen como por los grupos de la oposición armada de un alto el fuego supervisado por la ONU;

– Pausas de dos horas diarias para distribución de asistencia humanitaria en las localidades más conflictivas;

– Liberación por el régimen de prisioneros;

– Acceso libre de periodistas;

– Libertad de reunión y protestas pacíficas y

– Que el gobierno sirio y la oposición trabajen de buena fe con el enviado especial hacia un arreglo pacífico de la crisis siria mediante un proceso político inclusivo que aborde las preocupaciones y aspiraciones legítimas del pueblo sirio.

Sin embargo, a su paso por Estambul el martes 13 tras visitar Damasco, Annan le prometió mucho más a líderes del dividido, disgregado y ahora escindido Consejo Nacional Sirio al esbozarles, según la publicación Turkish Weekly, la creación de un gobierno de unidad en el que participarían miembros de ese ente opositor.

También le agregó que su plan contemplaba la inmediata confección de una ley electoral y la realización de comicios para la asamblea legislativa y la presidencia bajo el control de la ONU y la Liga Árabe.

Según Turkish Weekly, cabecillas de esa oposición dijeron en ese momento que cooperarían, pero sin embargo la publicación de abierta línea editorial antisiria auguró de antemano que el plan de Annan sería un fracaso.

Un día después de aprobada la declaración del Consejo de Seguridad que apoya el plan para un arreglo político de la crisis en Siria, Burham Ghalioun, a quien la prensa occidental y árabe presentan como el principal jefe del llamado Consejo de Estambul, rechazó la propuesta y alegó que no responde a las verdaderas necesidades del pueblo sirio.

El rechazo emana -señalan analistas- del hecho de que el plan de Annan aprobado por la ONU no está en línea con el propósito de derrocar a toda costa al régimen político en Siria.

Al-Assad, quien recibió dos veces a Annan en Damasco el sábado 10 y domingo 11, le expresó al enviado especial que Siria cooperaría con su proposición siempre y cuando su implicación no fuera lesiva a la soberanía del país y la unidad nacional.

La revista norteamericana Time en su edición digital del 21 de marzo explica por qué la propuesta de Annan resulta peligrosa y un dilema mayor para la oposición externa que para el gobierno de al-Assad:

Mientras demanda el fin de las operaciones militares del régimen contra los bastiones de la oposición armada -arguye Time- el plan se retracta de la insistencia de países árabes y occidentales, y de los opositores en el exterior, de que al-Assad abandone el poder inmediatamente y lo delegue a un gobierno de unidad como punto inicial para buscar cualquier solución política.

La propuesta de una negociación con el gobierno sirio constituye un dilema para la fracturada oposición, estima Time y argumenta: «lo que se gana en la mesa de negociación típicamente refleja la balanza de poder sobre el terreno; y la realidad es que el régimen de al-Assad ha probado tener mucha más capacidad de recuperación y fortaleza de lo que sus oponentes dentro y afuera asumían».

Citado por Time, el académico Joshua Landis opinó que muchos apostaron al principio de las revueltas, las cuales no estuvieron exentas de actos vandálicos, violentos y de sangre, y que estas conducirían a un pronto desenlace al estilo de la Plaza Tahir (en El Cairo). Para alentarlas y exacerbarlas echaron a andar una campaña mediática sin precedente; sin embargo, eso nunca sucedió.

En la medida que esa aspiración se diseminaba, entonces los nuevos y súbitos adversarios de Damasco, como Turquía, Catar y Arabia Saudita, con el beneplácito de la troika anti-siria de Occidente, estimularon, armaron y financiaron la violencia con la esperanza de provocar la caída del gobierno de al-Assad por la fuerza.

Y eso condujo a otra realidad: los líderes de lo que algunos llaman oposición moderada se han visto eclipsados por quienes comandan y dirigen la violencia armada dentro de Siria.

Esos están amargados por las derrotas experimentadas en las últimas siete semanas de operaciones por las fuerzas sirias que los han expulsado de Homs, Idleb, Hama, Daraa, Deir Ezzor, Damasco Campo, y se apartan cada vez más de la oposición civil en Estambul, París o Riad. De hecho, no existe una oposición unificada, ni coherente frente al sustentado gobierno sirio.

Esas discordias y divergencias han suscitado una serie de deserciones del Consejo de Estambul, y ante esta dispersión, entonces quién se sentaría con suficiente peso de decisión a la mesa de negociación en caso de que la hubiera con las autoridades sirias según propone Annan; esta es una interrogante por ahora sin respuesta.

Las evidencias de los últimos días de atentados con coches bombas indican que está en ciernes un plan más macabro de actividad terrorista al estilo de los islamitas sunitas de Irak, y que según la publicación turca Iedenlk ha sido concebido por la CIA con apoyo de su homóloga israelí, Mossad, con el propósito de desmoralizar al gobierno de al-Assad.

Según ese periódico su puesta en marcha comenzó tras la visita del director de la CIA a Turquía, donde se reunió con la cúpula de poder en Ankara y ya la población siria lo está sintiendo.

Las explosiones de carros bombas el sábado 17 y domingo 18 en Damasco y Aleppo tuvieron saldo de 29 muertos y 170 heridos. Hubo otro en Daraa Campo el martes 20, cuya cifra de víctimas no ha sido reportada, y se malogró un tercero cuando el coche estalló con los dos terroristas dentro, al conducirlo hacia Damasco, y el sábado 23 las autoridades lograron desactivar a tiempo una camioneta cargada de explosivo antes de que estallara en Aleppo.

La declaración del Consejo de Seguridad, aun con el aval de Rusia y China, refleja también otra realidad: las pobres perspectivas de una intervención militar.

Citado también por Time, el académico Daniel Byman advirtió que «es difícil romper el poder de al-Assad sin romper a Siria», y el espectro de un Estado post al-Assad fallido, inestable e impredecible con un sustancial arsenal bélico y en una posición fundamental en el fulcro de todas las tensiones geopolíticas de la región, han llevado a las potencias occidentales a reconsiderar la intervención militar, sugiere la revista.

La fracturada oposición sin fuerza ni poder aglutinador para gobernar y la dimensión sectarista que tendría una guerra civil que seguramente estallaría si el actual gobierno sirio fuera derrocado, plantearía desafíos y peligros insospechados e imprevisibles, incluso para el gran aliado y protegido de Washington en la región, Israel, que tiene fronteras con Siria.

Time interpreta el apoyo de Occidente al plan de Annan de la siguiente forma: «A un año de la rebelión, sus arquitectos están ante una encrucijada, y encaran una elección entre un proceso político que le da más seguridades a al-Assad que las que ellos quisieran, y una guerra prolongada y aún más sangrienta con resultados inciertos».

Se desprende del revisado plan de paz de la ONU que el gobierno sirio está muy distante de poder ser derrocado y un arreglo político le daría a la oposición, y en especial a la armada, mucho menos que la exigida rendición de al-Assad.

Pero esa es la única alternativa, al menos en el plano público, que las potencias occidentales están dispuestas a ofrecer, acepta Time, por lo general de línea dura contra Siria, y admite que «hay poco espacio para el optimismo».

Si la oposición externa abrazara el plan de Annan, incluso como lo avala la ONU para un arreglo político, estaría en una posición más fuerte, entre otros factores porque la autoridad siria la estaría reconociendo y le podría exigir más concesiones, pero la ceguera e ignorancia política de los adversarios que hoy enfrentan a Damasco se lo impide ver.

Mientras, el gobierno de al-Assad, entre presiones y sanciones que incluso ahora recaen sobre su esposa Asma, prosigue el proceso de reformas pluralistas que apoya la inmensa mayoría de la población, incluida la oposición nacional, las operaciones por limpiar al país de los grupos armados y terroristas y la restauración de la seguridad ciudadana.

* Corresponsal de Prensa Latina en Siria.

Em/mh

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